Toda actividad económica depende en mayor o menor medida del capital natural. La forma de medir el progreso de la actividad económica —el Producto Interior Bruto (PIB)— no ha tenido en cuenta el valor proporcionado por el capital natural para el crecimiento social y económico del país y su tejido empresarial.
Esto ha resultado en que el sistema económico tradicional haya desacoplado durante mucho tiempo la riqueza de las materias primas y los ecosistemas que facilitan el crecimiento productivo. La necesidad de reconocer nuestro capital natural se manifiesta ante las graves consecuencias de su continua degradación (deforestación, degradación del suelo, pérdida de biodiversidad, contaminación del aire …). Y en las limitaciones que esto representa para un crecimiento sostenido en el tiempo desde el punto de vista económico y social.
La explotación de los bienes y servicios que proporciona el capital natural sostiene el desarrollo y el progreso de economías y las sociedades. Sin embargo, la mayoría de las organizaciones no reconocen completamente su relación con el capital natural. Esto conduce a que estén perdiendo oportunidades para mejorar su desempeño y evitar riesgos significativos de sus modelos de negocio.